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La silla vacía en el directorio ya tiene nombre: Inteligencia Artificial. Columna de Myriam Gómez

La silla vacía en el directorio ya tiene nombre: Inteligencia Artificial. Columna de Myriam Gómez

Sin gobernanza desde el directorio, la IA puede convertirse en un caballo de Troya: promete victorias, pero puede abrir las puertas al desastre.

Myriam Gómez

La inteligencia artificial (IA) no está esperando una invitación: ya está sentada en la mesa del directorio. Ignorarla no es una opción; gobernarla es el nuevo deber fiduciario que definirá quién lidera el futuro y quién se queda contando las pérdidas.

Los números son claros pero inquietan. Según datos de la National Association of Corporate Directors (NACD) en 2025, el 62% de los directorios dedica tiempo a discutir la IA, un salto inmenso desde el 28 por ciento de 2023. Sin embargo, solo el 36% ha establecido un marco de gobernanza formal y un tímido 9% asigna métricas o presupuestos claros. Mientras el 93% de las organizaciones ya usa IA, apenas el 7% tiene estructuras sólidas de supervisión. El costo de esta desconexión es alto: según publicaciones de McKinsey, un 13% de las organizaciones ya ha enfrentado brechas vinculadas a la IA, con pérdidas económicas y de reputación que no pasan desapercibidas.

No se trata solo de riesgos. La IA es una oportunidad para re imaginar cómo las empresas crean valor, desde optimizar cadenas de suministro hasta personalizar experiencias de cliente. Pero aquí está el giro: la IA no solo pide innovación, sino que exige responsabilidad. Y esa responsabilidad empieza en el directorio.

Tomemos el ejemplo de una conocida empresa tecnológica en 2023. Una herramienta de IA generativa implementada sin auditorías rigurosas, filtró datos confidenciales de clientes debido a un modelo mal configurado. El resultado fue devastador: una caída del 15% en el valor de sus acciones, multas millonarias y una crisis de confianza que aún no se supera. Este caso no es una anomalía; es una advertencia. Sin gobernanza desde el directorio, la IA puede convertirse en un caballo de Troya: promete victorias, pero puede abrir las puertas al desastre.

Muchos directorios celebran lo que la IA puede hacer: automatizar, predecir, escalar. Pero pocos se preguntan lo que debe hacer: ser ética, transparente y confiable. La diferencia entre ambos enfoques marca la línea entre el éxito y el fracaso. Sin gobernanza la IA es una caja de Pandora: promete maravillas, pero puede desatar caos. Casos como filtraciones de datos sensibles o decisiones sesgadas en algoritmos ya han puesto a empresas en el banquillo legal y mediático.

La IA no es solo una herramienta tecnológica, es un espejo del liderazgo corporativo. Un directorio que no la gobierna no solo arriesga su reputación, sino que pierde la chance de usarla para diferenciarse. Imaginen un directorio que no solo adopte IA, sino que la convierta en un distintivo de confianza, atrayendo a inversores y clientes que valoran la ética tanto como la innovación.

Gobernar la IA no es delegable. Por lo mismo, un Directorio debiera establecer una gobernanza robusta, con marcos claros, auditorías periódicas, KPI’s medibles y presupuestos definidos. También tiene que integrar la IA estratégicamente; no como un experimento, sino como un pilar transversal que toque cada decisión, desde la estrategia hasta la sostenibilidad. Y por último -y como parte fundamental-, debe comunicar con transparencia: informar a accionistas y stakeholders sobre cómo se usa la IA, anticipándose a sus demandas.

La Inteligencia Artificial no es la próxima ola; es la corriente que ya nos envuelve. En la próxima década, habrá dos tipos de empresas: las que lideren y usen para innovar con propósito y las que se lamenten por no haberlo hecho. El directorio no solo debe subirse a la ola, debe aprender a surfearla con visión y firmeza. Porque en el juego de la IA, no hay sillas vacías. O lideras o sigues.